lunes, 22 de agosto de 2011

APADRINAMIENTO ASOCIACIÓN DE BELENISTAS DE ROTA ”CAMINO DE BELÉN” Parte 5

LEER PARTE 4


Se puede comprobar por lo dicho que la cuna del Belén fue Italia y no es posible pasar por alto esta tradición italiana que culminará con el nacimiento napolitano, posiblemente la cumbre del movimiento artístico de esta tradición y que más tarde tiene un auge paralelo en España, cuando Carlos III, desde el trono de Nápoles viene a nuestro país.

Nápoles se pone a la cabeza de todas las ciudades italianas, tanto en la belleza de sus nacimientos como en el número de los expuestos y crea una escuela que más tarde se irá extendiendo por todo el mundo, en una bella explosión de luz y colorido.

Carlos III, luego rey de España, estando todavía en Nápoles asesorado por el padre Rocco, prepara una sala en su palacio para la instalación de un gran belén, que es visitado por el pueblo. La costumbre real, como es natural, es imitada por la nobleza y de ella pasa a la burguesía, que a su vez la transmite al pueblo.

Desde palacio, el belén se instala en las humildes moradas del pueblo y las figuras de nacimiento se propagan en todos los ámbitos. Los artesanos no dan abasto y todo parece predecir el éxito de los siglos siguientes.

El belén adquiere tal finura, tal detallada minuciosidad, que nacen especialistas en la confección de animales, utensilios e incluso determinadas figuras; los Magos y los pastores.

Ya en el siglo XVIII se inicia la decadencia del belén napolitano. Hay que señalar que si en principio fueron los franciscanos los iniciadores de esta piadosa costumbre popular, el desarrollo de la afición belenista tiene su motivación posible en el Concilio de Trento, en el movimiento de la Contrarreforma y en la actividad de los Jesuitas y Teatinos que como un medio más de apostolado, impulsaron cualquier manifestación religiosa de tipo popular, que se transforma después en una manifestación plástica de arte del pueblo.

Esta constante popular en el movimiento belenista no se pierde nunca a través de los tiempos, sino que perdura incontenible, dándose el caso de que en momentos en que la iglesia pierde un tanto la tradición de montar sus belenes en los templos, adquiere singular importancia fuera de ellos, como demostración de una costumbre arraigada y entroncada en el alma del pueblo, y a veces desprovista de todo contenido religioso.

El Belén eclosiona en toda Europa, en Francia, Portugal, España, Alemania, Austria, Polonia, únicamente en Inglaterra, Holanda, Noruega y Suecia, países donde arraigó profundamente la Reforma, el arte belenista encontró graves dificultades para su expansión. La iglesia anglicana prohibió montar incluso el belén tradicional y apenas ha tenido vida en los países anglosajones aunque se instalen en algunas iglesias católicas. En la actualidad, se asiste a un resurgimiento de esta popular costumbre.

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